Aprendizaje
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La
vivencia de actos violentos o de un patrón de relaciones familiares agresivas,
hace que el niño incorpore la agresión como un modo normal de respuesta en sus
relaciones con los compañeros de escuela o de juego en el vecindario. El
castigo físico repetido de parte de los padres contra el niño le enseña a este
que es una forma válida de hacerse respetar, repitiendo a su vez este tipo de
actos como una conducta que le permite, no solo imponerse sino elevarle la
autoestima por el sentimiento de poder que lo embarga después de amedrentar y someter
por la fuerza a los demás.

Los
personajes de las series de televisión y del cine que hacen gala de violencia,
con la justificación, en los “buenos” de hacer cumplir la ley o de eliminar a
los “malos”, no sufren ningún tipo de consecuencia por matar, 18
golpear
salvajemente o herir con armas blancas o de fuego a otros. Las consecuencias
que se dan en la vida real por cometer actos violentos como arrestos, juicios,
condenas, generación de más violencia, en la película no suelen darse o se
resuelven de una manera fantasiosa, lo que a los ojos de los niños es una
idealización de la violencia. Aquellos niños y jóvenes que por temperamento o
por experiencias previas de vida están más predispuestos a la violencia, son
los que más responden a estos modelos.
Con
una conducta violenta aprendida está relacionada la que exhibe un estudiante
con la intención de hacerse el líder del grupo. Son los que liderizan a los
demás pero generalmente con una finalidad no constructiva, sino más bien para
sentir que es él o ella quien decide qué se hace y qué no se hace, a quien se
le acepta y a quien se rechaza, cuando se obedece al maestro o cuando hay que
rebelarse, o para llevar a cabo acciones de tipo pandilla en el centro.
Estados
de frustración
La
frustración es la pérdida de algo que se esperaba o se deseaba, o la
insatisfacción de una necesidad. Todas las personas nos frustramos en algunos
momentos cuando algo no sale o no llega como hubiésemos querido. Dependiendo de
la importancia que tenga para nuestra vida esa pérdida o insatisfacción, así
será la intensidad y la duración del estado de frustración que nos invada.
Cuando no se ha podido satisfacer algo muy significativo para nosotros, podamos
caer en el abatimiento emocional o la depresión, en la baja autoestima crónica,
en la irritabilidad y en la agresividad. De hecho, en muchas personas
agresivas, adultas o jóvenes, suele haber una o más frustraciones de tipo
afectivo, familiar, matrimonial, laboral, económica, académica o de imagen
personal.
En
los estudiantes que se muestran agresivos también hay que indagar por las
frustraciones que puedan estarlos llevando a ser así. Entre las situaciones que
pueden causar un estado de frustración crónica en un niño están:
El
abandono afectivo paterno o materno.
El maltrato físico o psicológico de parte de
sus padres.
Los fracasos académicos repetidos.
La
pérdida física de un familiar querido.
El
rechazo o el hostigamiento persistente por parte de los compañeros o de uno o
más docentes.
La imposibilidad de llevar un nivel de vida
como lo tienen otros.
El
abandono o el rechazo de una persona del sexo opuesto en los o las
adolescentes.
El
padecimiento de una enfermedad crónica o de una deformidad corporal que le
impide llevar una vida normal como los demás compañeros
Lesión
cerebral
Cuando
se afecta la estructura o funcionamiento cerebral debido a trauma, inflamación,
tumoración o desequilibrio químico, o más concretamente de 19
ciertos
neurotransmisores, la persona puede ser propensa a la conducta agresiva. Áreas
cerebrales especialmente relacionadas con la agresividad cuando sufren un daño
son los lóbulos frontales, el cerebro medio y estructuras como el tálamo y el
hipotálamo. Unas veces la conducta agresiva es por un exceso de estimulación de
estas últimas áreas, y otras porque se produce una disminución o eliminación de
los mecanismos de control o inhibición de las tendencias agresivas. Este tipo
de conducta violenta suele darse en niños o jóvenes estudiantes que antes de
sufrir la lesión no acostumbraban a comportarse en forma agresiva. La epilepsia
que se genera en focos situados en las estructuras del cerebro medio
relacionadas con la conducta agresiva o en el lóbulo temporal, como es el caso
de las llamadas epilepsias psicomotoras, pueden también acompañarse de
conductas agresivas.
Desinhibición
de impulsos
Relacionado
con lo anterior está la conducta agresiva que se da por falta de control de
impulsos y baja tolerancia a las frustraciones en personas que, ya desde el
nacimiento vienen con una afectación cerebral como es el caso de los retardados
y autistas graves. Pero también en niños que han sido criados con mucho
consentimiento, que no están acostumbrados a tolerar frustraciones o negativas,
que siempre quieren salirse con las suya, pueden funcionar este tipo de
agresividad por falta de control de impulsos. Algo similar sucede con los niños
hiperactivos, quienes suelen ser muy inmaduros en relación a su edad cronológica
aunque tengan una capacidad intelectual normal. La impulsividad en todos estos
casos impide al niño el proceso de análisis de cada situación y la capacidad de
poder esperar.
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